Al
abrir mi e-mail llega una oferta: escritura para principiantes. Y me tocáis los
cojones. Aprende a crear, dicen, aprende a poner palabras a tus sentimientos,
leo. ¡Qué asco! Y os imagino a todos, sentaditos, en fila, dispuestos a crear.
A aprender a crear, perdón. ¡Sentid, joder! Dejad que os inunden las palabras,
que os golpeen en el pecho y os aturdan las rimas, acogedles en vuestra piel y
dadles cobijo cuando ni vosotros mismos os atreváis a pronunciarlas. ¿Acaso no
son los versos más puros aquellos que no escribimos con la mente? Escritura
para principiantes, cómo crear historias que cautiven, sigo leyendo. ¿A quién
sino a nosotros mismos debemos cautivarnos? Escribir para otros, qué fatal
idea, ¡Y qué de moda está! Pasad de nivel. Abriré mi e-mail: curso para
escritores de best-sellers. E imagino que en éste se estudiará el algoritmo de
la perfecta novela idiota. Del poema que rima sin sonar. De las palabras que
nadie siente. Ni el escritor, ni el lector. Palabras que aún en tinta se
revelan vacías. Palabras que en nuestras bocas serían pura poesía. Lo coloco en
la carpeta de spam. Y escribo, aunque sólo sea para decir que me tocáis los
cojones. Para reivindicar en soledad la belleza del sinsentido que es escribir
esto, en este preciso instante, aunque no pueda explicarlo.
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